Según Bobath (1965), los reflejos primitivos están en la base del desarrollo completo de la actividad motora, de los movimientos y de las habilidades voluntarias y por lo tanto sin su completo desarrollo e integración no se puede desarrollar una actividad motora normal.

En su mayoría estas personas con reflejos primitivos sin inhibir y sin patología neurológica diagnosticada, tampoco desarrollan ciertas funciones motoras necesarias para el aprendizaje, por lo que la presencia de reflejos primitivos nos puede indicar una inmadurez neuromotora que puede obstaculizar el aprendizaje (Blythe et al., 2013).

Blythe establece que: para aprender el niño necesita haber adquirido las siguientes habilidades motoras:

  • La capacidad de permanecer sentado quieto.
  • Centrar su atención en una tarea sin distraerse con estímulos irrelevantes a su alrededor.
  • Sujetar y manejar bien el lápiz para escribir.
  • Controlar los movimientos del ojo necesarios para tener una imagen clara.
  • Seguir la línea de lectura sin perderse.
  • Ajustar el enfoque de la imagen rápidamente a distintas distancias.

Estas habilidades físicas están relacionadas con el desarrollo del niño y la madurez de las habilidades motoras y el control postural.

Cuando las acciones reflejas funcionan correctamente y el nivel de desarrollo motor es el adecuado se liberan las habilidades cognitivas superiores y no son necesarias para mantener la atención sobre el control de la postura; y, por el contrario, si el sistema reflejo no está funcionando correctamente la atención consciente debe utilizarse para mantener el control postural en detrimento de las tareas cognitivas escolares.

Si el niño no desarrolla por sí mismo estas habilidades motoras y el control postural adecuado, puede fracasar académicamente independientemente de su nivel de inteligencia (Blythe et al., 2009).

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